domingo, 3 de noviembre de 2013

La coherencia ¿República o Monarquía?

Publicado en el Diario Progresista el 02/10/2013

Aunque parece que lo coherente en el  siglo XXI es que las monarquías fueran un tema superado, y no formaran parte del espectro y debate político; lo cierto es que siguen siendo una opción y una realidad como modelo de Estado.

Las monarquías deberían pertenecer al mundo del estudio y el conocimiento de la historia, donde pudiéramos conocer o investigar como se organizaban aquellas sociedades y Estados de la antigüedad, el medievo o el modernismo como tiempo más cercano a nuestros días. Pero la realidad supera a toda lógica, y las monarquías no solo están en el debate, sino que incomprensiblemente forman parte del paisaje cotidiano europeo, donde aún no pocos países las han mantenido a lo largo de su historia hasta nuestros días; incluso alguno como el nuestro, la ha restaurado imponiéndola como modelo de Estado.

Lo cierto es que adaptarse al medio siempre ha sido una garantía de supervivencia, y las monarquías han sabido transformar su esencia para perdurar. Han sabido disfrazar su naturaleza, oligárquica, feudal y absolutista, adquiriendo una apariencia democrática, adaptándose a los tiempos y el parlamentarismo democrático que impera en el mundo occidental europeo.

Sin embargo, como en todo lo que no es originario, siempre termina aflorando su verdadera naturaleza, y  el ensamble de Monarquía con Democracia, entra en contradicciones esenciales que tienen difícil encaje. Baste constatar algo tan simple como que “nada que no es elegido por los ciudadanos puede ser democrático”;  y los monarcas  no se eligen, se suceden o heredan por una suerte de derechos dinásticos, a la vez que aún hacen uso de aquella legitimidad que en la antigüedad siempre tuvieron, es decir, reinan por la gracia de Dios y no por la legitimidad de las urnas, por lo tanto no son responsables ante ley, y esa circunstancia es democráticamente es insostenible.

Platón, en sus diálogos con Sócrates, decía que “hasta tanto el poder político y el filosófico no concuerden, las ciudades no tendrían paz”, y bajo mi punto de vista, solo